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June 26, 2012

New Mutants # 1, 2 & 3 - Chris Claremont & Bob McLeod

Psychoanalyst Erik Erikson said once that adolescence was the age of fidelity. During childhood, our development depends on what is done to us (parental and familial influence are essential here); nevertheless, between the ages of 13 to 19, development depends primarily upon what a person does.  An adolescent must struggle to discover and find his or her own identity, while negotiating and struggling with social interactions and “fitting in”. Adolescents begin to develop a strong affiliation and devotion to ideals, causes, and friends.

But this is also an age of confusion and sometimes even suffering. It’s not always the golden years that we might hope for. For this group of teenagers, these New Mutants, the search of identity is even more problematic. They are not only dealing with hormonal changes and sexuality, but also with the discovery of the unique and strange abilities that set them apart from normal humans.

Fidelity here is clearly to the team, the parents are never as relevant as the immediate group of coetaneous. So it’s only fitting that all parental figures have been removed from the equation, save for Charles Xavier, who is almost like the primordial father that Freud used to describe. He’s not only there to guide the kids through life, but he’s also there to teach them how to control their powers. In order to guide them, he must first inscribe them into the symbolic order, into society, and that, according to Lacan, is the necessary castration that prevents men and women from entering into the realms of psychosis or neurosis. Without a clear castration process, mental health could never be guaranteed. And Professor X is well aware of that.
Charles Xavier & New Mutants

Xavier is only tough on the outside. On the inside, he’s a caring and nurturing man, but he can’t do all the work by himself. He can’t be a father and a mother at the same time; this is why the presence of an old flame, in this case Moira MacTaggert, becomes mandatory. Together, they are the putative father and mother that these children so desperately need. They’re not orphans, but they might just as well be.

Understandably, the protagonists have feelings of inadequacy. They’re still very young and very inexperienced. And they mess things up, all the time. Mistakes are sometimes simply an expression of their own clumsiness but other times it’s the result of the lack of control over their powers. For instance, Danielle accidentally lashes out to Xi’an, and creates a psychic projection that is there for everyone to see, and that reveals one of Xi’an’s innermost secrets: a brutal rape that she had spent years trying to forget. We also have a cultural clash of sorts, when Roberto -faithful to the Hispanic stereotype- acts like the attractive macho he’s supposed to be and ends up generating false hopes in Rahne, a Scottish girl with a Catholic and very conservative upbringing. These teens are strange, or rather, strangers. They are estranged from their own bodies which are undergoing all sorts of changes, and they are also strangers amongst themselves.
Danielle Moonstar

The New Mutants will come to face threats that were familiar to the X-Men. For instance, Henry Peter Gyrich unleashes the sentinels -gigantic robots designed to neutralize mutants- upon them; another menace will be the Brood, an extraterrestrial race that shares a few similitudes with Ridley Scott’s Aliens. Indeed, the insect-like Brood plant their eggs in other living organisms until an alien creature hatches from within the body (very much like in the movies starred by Sigourney Weaver). I had said before that as teenagers, these kids are estranged from their bodies, but with the Brood this estrangement becomes absolute. The saga of the Brood is resolved in Uncanny X-Men # 167, with art by the famous Paul Smith. Paul’s style is very recognizable due to his economy of lines and a certain stylization that was quite uncommon in most artists at the time. Paul draws some great pages, like the one that shows Empress Lilandra in full gear threatening the Fantastic Four for saving the life of Galactus.

Claremont knows how to write about teenagers, and his usual collaborator, Bob McLeod, did a great job not only with the action sequences but also with the quiet moments. One of the things I liked the most about the New Mutants is that they were, in no way, the X-Men’s successors; instead of heroes they are students, so everyday life is more important here than in other titles. Bob’s wonderful pencils are inked by Mike Gustovich in issues # 1, 2 & 3, Gustovich is a capable inker but he is not the right fit for Bob’s delicate lines, even so, Glynis Wein colors prove to be quite good, despite the limitations of the color palette in the early 80s. 
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At the mall / en el centro comercial

El psicoanalista Erik Erikson dijo alguna vez que la adolescencia era la edad de la fidelidad. Durante la infancia, nuestro desarrollo depende de lo que nos hacen (la influencia de los padres y la familia es esencial); no obstante, entre la edad de 13 y 19 años, el desarrollo depende primariamente de lo que una persona hace. Un adolescente debe esforzarse para descubrir su propia identidad, mientras negocia y se enfrenta con las interacciones sociales y el deseo de 'encajar'. Los adolescentes empiezan a desarrollar una fuerte afiliación y devoción hacia los ideales, las causas y los amigos.

Pero esta también es una edad de confusión y a veces incluso sufrimiento. No siempre se trata de la edad dorada que hubiésemos deseado. Para este grupo de adolescentes, estos Nuevos Mutantes, la búsqueda de la identidad es incluso más problemática. No sólo deben lidiar con los cambios hormonales y la sexualidad, sino también con el descubrimiento de las extrañas y singulares habilidades que los separan de los humanos normales.

La fidelidad aquí es claramente hacia el equipo, los padres nunca son tan relevantes como el grupo inmediato de coetáneos. Así que tiene sentido que todas las figuras paternas hayan sido sustraídas de la ecuación, excepto por  Charles Xavier, que es casi como el padre primordial que describía Freud. Él no sólo está allí para guiar a estos chiquillos a través de la vida, también está allí para enseñarles cómo controlar sus poderes. Para guiarlos, primero deberá inscribirlos en el orden simbólico, en la sociedad, y ello, de acuerdo con Lacan, es la castración necesaria que impide que hombres y mujeres entren al reino de la psicosis o de la neurosis. Sin un proceso claro de castración, la salud mental no puede ser garantizada. Y el Profesor X lo sabe.
Sam Guthrie 

Xavier sólo es rudo por fuera. Por dentro, es un hombre preocupado, cariñoso, pero él no puede hacer todo el trabajo por sí mismo. No puede ser padre y madre al mismo tiempo; es por ello que la presencia de uno de sus antiguos amores, en este caso Moira MacTaggert, se hace obligatoria. Juntos, ellos son el padre y la madre putativos que estos niños necesitan tan desesperadamente. Ellos no son huérfanos, pero bien podrían serlo.

Comprensiblemente, los protagonistas sienten que no encajan. Todavía son muy jóvenes y muy inexperimentados. Y meten la pata, todo el tiempo. Los errores son a veces simplemente una expresión de su propia torpeza pero otras veces son el resultado de la falta de control sobre sus poderes. Por ejemplo, Danielle accidentalmente usa sus poderes en Xi’an, y crea una proyección psíquica que todos pueden ver, y así se revela uno de los más íntimos secretos de Xi’an: una brutal violación que ella había intentado olvidar por años. También tenemos una suerte de choque cultural cuando Roberto -fiel al estereotipo del latinoamericano- actúa como el macho atractivo que se supone que debe ser y termina generando falsas esperanzas en Rahne, una chica escocesa criada de manera muy religiosa y conservadora. Estos jovencitos son extraños, o más bien, alienados. Están alineados de sus propios cuerpos que atraviesan todo tipo de cambios, y también son extraños entre ellos mismos.


Fantastic Four: art by Paul Smith / Cuatro Fantásticos: arte de Paul Smith
Los Nuevos Mutantes enfrentarán a amenazas que eran familiares para los X-Men. Por ejemplo, Henry Peter Gyrich suelta sobre ellos a los centinelas -robots gigantescos diseñados para neutralizar mutantes; otra amenaza será el Enjambre, una raza extraterrestre que comparte algunas similitudes con “Alien” de Ridley Scott. De hecho, con apariencia de insectos, el Enjambre planta sus huevos en otros organismos vivos hasta que una criatura alienígena nace desde dentro del cuerpo (al igual que sucede en las películas protagonizadas por Sigourney Weaver). Había dicho antes que como adolescentes, estos muchachos están alienados de sus propios cuerpos, pero con el Enjambre esta alienación es total. La saga del Enjambre se resuelve en Uncanny X-Men # 167, con arte del famoso Paul Smith. El estilo de Paul es fácilmente reconocible debido a su economía de líneas y a una cierta estilización que no era muy frecuente en los artistas de la época. Paul dibuja algunas páginas grandiosas, como la que nos muestra a la emperatriz Lilandra con su armadura oficial amenazando a los Cuatro Fantásticos por haber salvado la vida de Galactus.

Claremont sabe cómo escribir sobre adolescentes, y su colaborador habitual, Bob McLeod, hizo un gran trabajo no sólo con las secuencias de acción sino también con los momentos calmos. Una de las cosas que más me gustaba de los Nuevos Mutantes es que ellos no eran, en ningún sentido, los sucesores de los X-Men; en vez de héroes, son estudiantes, así que la vida cotidiana es más importante aquí que en otros títulos. Los maravillosos lápices de Bob son entintados por Mike Gustovich en los ejemplares # 1, 2 y 3, Gustovich es un entintador capaz pero no es la opción más apropiada para las delicadas líneas de Bob, aún así, los colores de Glynis Wein son bastante buenos, a pesar de las limitaciones de la paleta de color de principios de los 80.